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20 oct 2015

Un buen langostino

20/10/2015.- Más o menos es bien sabido que los langostinos de mayor calidad, tanto por el sabor como por su justo tamaño, son los subastados en la lonja de Sanlúcar de Barrameda. El número de cajas de tan excelso marisco desembarcadas por los pesqueros es más bien escaso, a fin de cuentas la Bahía de Cádiz es la que es y no da para más, de ahí los precios astronómicos que llegan a alcanzar. Pero es indudable que si se tiene la suerte de adquirir una docena y disfrutarlos al atardecer trasegando manzanilla en una terraza con vistas al Coto de Doñana -la cestita de picos es opcional- uno se puede creer en el paraíso. Y es que Sanlúcar siempre dio mucho de sí.


Sanlúcar no repara en tiquismiquis a la hora de dar a conocer sus bondades. Ahora, sin ir más lejos, como quien no quiere la cosa, ha regalado a los andaluces la sin par figura de don Juan Marín, un auténtico langostino de la política agraciado con el don de la transformación y de inamovibles convicciones ideológicas. Tan imbuido tiene en su personalidad la consecución del bien público, que no ha encontrado mejor modo de conseguirlo que tonteando en su mocedad con Alianza Popular, con el fenecido Partido Andalucista años después, con Ciudadanos Independientes de Sanlucar en su madurez y con Ciudadanos a secas en la actualidad; parece que el hombre se desvive buscando el bienestar social de sus semejantes. Personas así deberían dirigir la ONU; con ellos al frente de tan inútil pero importante organización, el mundo sería una tranquila balsa de aceite.

Pero hete aquí que la consecución del bienestar social en Andalucía es por derecho propio, principios, cultura y honradez, monopolio de los socialistas, indiscutible garantes del despegue económico y social de la comunidad, donde la presión fiscal es mínima, el paro insignificante y la pobreza inexistente. Y don Juan, siempre atento a esas coordenadas, no puede fallar a los andaluces cambiándolas de sentido. Si hay que ayudar a los socialistas para que Andalucía continúe tan exuberante como hasta la fecha pues se les echa una mano sin rechistar. ¿Y Rivera que dice? Pues que va a decir; sonríe, habla, habla y habla de regeneración democrática y, de vez en cuando, por hacerse unas fotos de su mejor perfil junto a la desembocadura del Guadalquivir, baja al sur y se echa entre pecho y espalda unas buenas raciones de mariscos. ¿Quien las pagará? 


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