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14 feb 2012

A la búsqueda de un empleo

Juan de Dios Regordán


Cada época tiene su historia. El día 13 de Octubre de 1990 publicaba yo un artículo titulado “A la búsqueda del empleo fijo”. Decía entonces que la administración solía salir a la opinión pública diciendo que había descendido el paro. Habría sido una gran noticia si no “fuese sólo un reclamo para distraer la atención y encauzar la línea del voto porque parecía que, con el gobierno de entonces, en España se estaba en continua campaña electoral”. En aquellas fechas más del 25 por ciento de la población andaluza estaba en paro. Esto se traducía en que 630.770 andaluces no tenían un trabajo que les permitiera atender sus necesidades personales y familiares, con justicia.



Ante aquellas circunstancias era imperioso desarrollar una política económica que tuviera como uno de sus objetivos prioritarios la creación de empleo. Era verdad que en España y en la región andaluza el paro había disminuido, pero un de los precios pagados había sido la “precariedad” de los puestos de trabajo fijo. La media de nuestros empleos temporales se situaba en torno al 30 por ciento, el triple de la media europea. Y Andalucía, para no ser menos, en 1990 ocupaba el primer lugar en empleo temporal, con un 32,5 por ciento. Esta precariedad en el empleo afectaba sobre todo al sector servicio, construcción e industria y, por colectivos, a los jóvenes menores de 25 años y a las mujeres.



Se fue creando una mentalidad que valoraba, de una manera excesiva, el “tener derecho al paro” ya que se veía casi imposible acceder a “tener derecho al trabajo fijo”. La alta tasa de desempleo en el sector de jóvenes que se incorporaban a la población activa y el alto grado de precariedad de las colocaciones que se ofrecían (el 76,4 por ciento de los contratos en práctica tenían una duración inferior a seis meses), exigía un atención especial para los jóvenes demandantes de primer empleo, a quiénes se debía facilitarles el acceso al mercado de trabajo en condiciones que le permitieran consolidar un puesto fijo de trabajo y de adquirir la experiencia necesaria en las empresas para que les permitieran mejorar su competitividad en el mundo del trabajo.



Han pasado 22 años y el desempleo ha llegado a ser uno de los enemigos más fuertes de nuestra sociedad. Por ello, el fomento de empleo requiere actuar en otras líneas básicas que podemos concretar en:

1.- Capacitación y cualificación profesional de la población en la edad de trabajar. Junto a ello, la Reforma del Sistema Educativo debe contemplar de forma realista y eficaz la Formación Profesional y atender de manera especial la educación prelaboral para facilitar su incorporación total o parcial al mundo del trabajo como medio de desarrollo personal al que tienen derecho por el solo hecho de ser persona.



2.- Es urgente elaborar, conjuntamente con organizaciones empresariales y sindicales un plan de inserción laboral y profesional, que atienda a las exigencias y demandas más inmediatas del mercado laboral.



3.- Programar y desarrollar programas de empleo para realizar actividades de contenido social y el fomento de la economía social, el autoempleo, las cooperativas y sociedades laborales.



4.- Es preciso racionalizar los incentivos a empresas y trabajadores para evitar que el objetivo de creación de empleo estable sirva de vehículo a la estéril o fraudulenta utilización de recursos públicos.



5.- Se necesita realizar un estudio global de los recursos reales que tienen nuestros campos, costas y ciudades en agricultura, ganadería, turismo, pesca, medioambiente, infraestructuras necesarias y aplicar soluciones con sentido común, para poder sacar el máximo provecho de todas nuestras riquezas

Juan de Dios Regordán Domínguez


















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