A uno se le inflan sus partes más blandas y colgantes cuando ve u oye en las tertulias que pululan por los medios audiovisuales a nuestros expertos patrios analizando la crisis económica, a esos mismos expertos que ni se coscaron de lo que se nos venía encima. Que si la culpa es del gobierno socialista, que si vivimos por encima de nuestras posibilidades, que si tenemos demasiados funcionarios, que si el sistema de pensiones es insostenible, que el despido está muy caro, que hay que reformar el mercado laboral, que si la culpa fue … del chachachá.Bla, bla, bla…
Aquí nadie –o muy pocos- hablan del verdadero meollo de la cuestión: la aberración de un sistema que en nombre de la sacrosanta libertad del mercado financiero se está cargando el estado del bienestar, está eliminando a la clase media y ha realizado el milagro de que los pobres cada vez sean más numerosos y más pobres y los ricos sean menos pero mucho más ricos, o sea, todo lo contrario de lo que nos vendían los defensores del sistema. Un solo dato para ilustrar: en el pasado 2009, año de plena recesión económica, las grandes fortunas del Reino Unido crecieron una media del 30%. Otro tanto ocurría en el resto de países mal llamados avanzados. (...)
Mientras, las cifras de desempleo se disparaban, los derechos conquistados en años de lucha se recortan y las economías familiares de la mayor parte de la ciudadanía se empobrece.
Todo para engordar aún más a ese monstruo manejado por unos pocos que con sus inmensas y obscenas fortunas, como diría mí admirado Juan A. Gallardo, son capaces de imponer a países y gobiernos sus criterios, sus intereses. Y el monstruo cada vez tiene más hambre y hay que alimentarlo para que no se cabree. A costa de quien? Pues a costa de los de siempre.
Si es triste que los expertos nos engañen con su narcotizante palabrería, es penoso que nuestros gobernantes nos traicionen optando por lo fácil en vez de hacerle frente al monstruo. Es lamentable que la oposición diga que se opone a los recortes, cuando todos recordamos que cuando estuvo en el poder tonaron medidas de la misma índole, y que si hoy gobernaran harían lo mismo o peor. Es patético que nadie –o muy pocos- planteen someter al monstruo a un régimen de adelgazamiento en vez de imponernos a la mayoría que nos apretemos aún más los cinturones.
Qué eso no es ser super revolucionario, oiga! Que hasta el mismísimo y nada sospechoso Obama ha sacado adelante estos días una ley para ponerle coto al monstruo (léase Wall Street y banca), pese a los que se oponían han hecho todo lo posible por torpedear la iniciativa presidencial, además de gastarse miles de millones de dólares en publicidad contra dicha iniciativa. Al final el Senado estadounidense la aprobó por 59 votos a favor y 39 en contra.
Mientras, por estos lares, aún no preguntamos para cuando ese prometido aumento a los impuestos de los más ricos. Será verdad?
Si esto no es una dictadura de los mercados, que además de imponernos los precios, nos quieren hacer el menú, que venga Franco y lo diga. Aunque… pensándolo bien, mejor que no venga, oiga.
José H. Lodeiro
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