En “El hombre sin atributos” la novela de Musil, ya nos vamos encontrando con algunas de las constantes en las que se asentaron la modernidad, las vanguardias y las crisis de identidad más o menos cíclicas que van sufriendo las sociedades avanzadas técnica y científicamente.
Ulrich, el protagonista de la novela, tiene la audacia y también la desfachatez de preguntarse a sí mismo qué o quién es, para qué esa vida que lleva y, sobre todo, una vez formuladas impunemente estas preguntas: ¿Qué hacer con ella, con la propia vida?.
Esas preguntas se las ha ido haciendo el hombre (y la mujer, claro) desde que bajó del árbol, dominó el fuego y fundó la cueva, que era más que nada un sitio en el que guarecerse de las inclemencias del tiempo, donde follar tranquilos y donde pintar garabatos retóricos en las paredes. (...)
Al principio, nuestro abuelo medio mono se formulaba esas preguntas viendo atardecer sentado en un risco, sintiendo el fulgor del crepúsculo como si fuera éste el fin del mundo cada día, con toda su belleza brutal y con todo su misterio.
Es posible que en los primeros tiempos nuestro abuelo medio mono, concluyera que cada vez que llegaba la noche, la vida ya se iba a acabar y por eso era nómada y apenas amaba nada porque todo era provisional y prescindible.
Y por eso cada mañana nuestro abuelo medio mono, se levantaba tan perplejo, y chillaba, acaso celebrando la cotidiana resurrección. O lanzaba iracundo un cacho de hueso a tomar por culo, con fondo musical de Liguetti, consternado por la ignorancia.
Pero nuestro abuelo medio mono, que no era completamente gilipollas, fue dándose cuenta de que el mundo no terminaba cada jornada, de que- contra lo que pudiera afirmar un Sid Vicius orangután que por allí pululase- sí había futuro. Y ahí la jodimos; llegaron en tropel a la cabeza de nuestro abuelo medio mono, las preguntas sin respuesta. La manifestación durísima del absurdo de la existencia a partir de que, nuestro abuelo medio mono, se percata de que todo es perdurable menos uno, menos el individuo y otros productos tristemente perecederos.
Constata a través de esa traumática experiencia el ser humano que nuestra casa – o nuestra cueva- seguirán existiendo cuando nosotros nos vayamos. Seguirán existiendo nuestros hijos, nuestras viudas serán más o menos alegres, seguirá poniéndose el sol y seguirán los mares y los bichos ululando, gruñendo o mugiendo por las verdes colinas.
Todo lo enfoca ya nuestro abuelo medio mono, en atención a esa irrisoria eternidad que le va a sobrevivir. Siente la necesidad de escribir y de un lenguaje para que trascienda el presente, para dejar constancia de nuestra existencia, porque en el mismo momento en el que nuestro abuelo asumió la solidez del mundo, entendió también la fragilidad de la vida, su angustiosa caducidad.
A estas alturas, el abuelito, tuvo que buscarse elementos ajenos al palo, a la roca y a la carne, para vivir su vida, al principio era levemente panteísta pero eso tampoco es que lo tranquilizase mucho y echó mano de extraterrestres, santos y brujos. Fundó así las religiones de las que, con los siglos, nacerían las ideas, la filosofía y las ideologías y fue llenándose el hombre sin atributos de colgajos éticos, de simbologías del poder y la sumisión, de leyes mercantiles y leyes sociales con las que soportarse los unos a los otros.
Nuestro abuelo medio mono se hizo como Ulrich, el protagonista de la novela de Musil, todas las preguntas y apenas pudo manejar media docena de respuestas.
“¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿Adónde vamos? “ barruntaba el abuelete mientras se rascaba todavía simiesco la poblada cabellera.
Nunca quiso pensar que somos la resultante de químicos azares, que del azar venimos y que no vamos a ninguna parte.
3 comentarios:
Vamos a ver Sr cursi,si descendemos del mono,¿porqué los monos siguen siendo monos?,y además para follar tranquilos en el paleolítico no hacian falta cuevas.
Debo decir que me gusta cómo escribes, y la fuerza con la que expresas a través de las palabras lo que sientes, lo que piensas, y lo que conoces.
Chapó
Me gusta, sigue haciéndonos pasar un buen rato a veces, pensando otras...Y no eches cuenta de medios días, habiendo días enteros
salud
espinodefuego
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