Piniófilo
Recuerdo la parte más occidental del paseo marítimo, donde acaba el progreso con su férreo cemento, aquellas calurosas noches de agosto en Las Piletas, llamada para muchos Villa Condones, donde numerosas visitas fecundas de parejas jóvenes en coche, se refugiaban entre arenas movedizas para coquetear con el sexo, al fondo un pequeño sorbo de luz de luna o lucero del alba. (...)Era comúnmente, ver cantidades substanciosas de gomas manchadas de placer y éxtasis, revueltas y esparcidas por todo aquel rinconcito litoral frenesí, no importaba nada en absoluto, todo era manantial nativo, sustancia disoluta y biodegradable.
Ahora mi recuerdo pasa por Gatsby, el personaje novelesco más famoso creado por Scott Fitzgerald en aquellos maravillosos años 20, la era del jazz, ofreciendo numerosas fiestas nocturnas en su populosa mansión rebosada de gente guapa, rica y glaumurosa que consumía alcohol hasta la saciedad, obstinados de personalidad calenturienta, caradura y extrovertida.
Ya están aquí los de siempre, los que anidan en primera línea de playa, en su mayoría venidos de fuera, en Palcos lucidos de aires de grandeza, frotando sus manos sucias en apuestas caballerescas de corcel, los que no traen bulla hasta el Lunes, los que ensucian nuestra ribera con protocolo, ceremonia y formalidad, los que presumen de su evento narcisista hasta su empacho, obligándonos a consumir de su profundo letargo.
Una vez más escucharemos aperplejados el estruendo zumbido noctámbulo de la marea humana, con sus sirenas varadas, con connotaciones musicales a cargo de orquestas repletas de ambiente mariachi, escucharemos de lejos el vocerío insistente del gallinero, las risas pasmosas y acentuadas de los privilegiados pijos veraniegos, que convertirán el entorno en socavones y dunas próximas a un campo de batalla, una multitud candente con muchas ganas de marcha hasta altas horas de la madrugada, saltándose a la torera todas las elaboradas ordenanzas.
No estaría nada mal que algún día acabase este hechizado cuento de hadas, baile de musas y fortaleza encantada, que aparece y desaparece. Si pudierais arrastrar vuestro particular Castillo Medievo al recinto cerrado de la Sociedad de Carreras de Caballos, contribuiríamos con Costa, Marina y Sanlúcar, manteniendo la playa mucho más limpia y ordenada, allí podríais estar todos más arropados, –dios los cría y ellos se juntan -. Recordad siempre de no echar mucha cuenta del perfumado aire que se respira, que no le pasa nada, la depuradora tan solo desprende fuertes olores mezclados con Música de cañería, como diría el señor Bukowski.

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