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28 jun 2013

Siempre al acecho

Juan de Dios Regordán


Estamos viviendo momentos en los que cada vez, en ciertos ámbitos, se hace más difícil la convivencia. Desde niño recuerdo una frase que aún tiene vigor: “El Mal actúa como león rugiente aguardando a quién devorar”. Ahora se vuelve a poner de moda la expresión, “no te puedes fiar ni de tu misma sombra”. Lo estamos tomando ya como un axioma. Cada uno va a lo suyo. Tal vez sea en el mundo de la política en el que se está más “al acecho”. Falta lealtad, a veces, incluso dentro del mismo partido. La experiencia nos demuestra que, una vez celebradas unas elecciones, lo primero que se hace es medir las fuerzas y negociar pactos para mandar a otros a la oposición. Los que quedan en la oposición en seguida piensan que su misión es no sólo fiscalizar sino estar al acecho para descubrir o inventar fallos y denuncias para derribar al gobernante.




Si abrimos los periódicos nos encontramos con titulares como: “denuncia por corrupción,” “se sospecha que hay enchufismo”, “parlamentarios que se suben. 2000 euros de dieta mientras muchas familias pasan hambre”; “se prohíbe dar información sobre las actas del parlamento”, “la justicia debería actuar siendo libre e independiente”. Se generaliza la opinión de que quien puede pagar una fianza millonaria debería demostrar de dónde coge ese dinero para saldar esa fianza. La confusión, el trastrueque de valores sociales, políticos, éticos y espirituales se manifiestan en nuestra sociedad en forma de indefinición ética, escepticismo; y surge la psicosis del miedo. Miedo provocado por la experiencia de deslealtad por parte de quiénes estando al “acecho” incitan para coger su presa en la ingenuidad.




El miedo a afrontar los problemas con realismo y libertad puede llevar a tener miedo a uno mismo. Tal puede ser la inseguridad personal que nos convenzamos de que el miedo supera la gravedad de la crisis económica. El miedo de la inseguridad pone en crisis sus propios principios. Mucho actúan sin tener en cuenta los principios sociales y morales en todos los órdenes. La corrupción política está minando a las instituciones, a las familias e impactando de una manera especial a las generaciones más jóvenes. La influencia que reciben los jóvenes les está, de alguna manera, derivando al callejón del botellón y del sexo fácil de alto riesgo, porque se les cierran horizontes serios de futuro. El joven busca y exige su puesto.




También aprovechando esta situación nos podemos encontrar a personajes que están siempre al acecho para ofrecer la invasión desbordante de la corrupción moral. La exaltación desmesurada de las soluciones al son de gritos ofensivos, al mismo tiempo que intentan anular y restar méritos a las acciones y salidas humanas, ayudan a que la gente caiga en la apatía y el desánimo. Los modelos que ahora se suelen presentar como líderes salvadores no son los más adecuados para ahuyentar el desencanto y la desesperanza. La devaluación de la honradez, unido a la ironía, a la burla hacia los sentimientos altruistas y espirituales, está haciendo flaco favor a la educación y a la estima de los auténticos valores


Hoy, tal vez más que nunca, el ser humano debe valorar su propia existencia y tener y emplear los mecanismos suficientes para luchar contra el miedo. Para ello se necesita una educación de calidad Y esta educación integral debe tener el objetivo irrenunciable de que todo individuo adquiera los conocimientos que, junto a sus capacidades individuales, sus intereses e ideales, den como resultado una persona inteligente, hábil, prudente, justa, buena, verdadera y , en definitiva altruista y libre ante los envites del acecho.




Juan de Dios Regordán Domínguez

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