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4 jun 2012

¿Recortes necesarios?

Juan de Dios Regordán
Fue el último año de mi etapa profesional. Apareció en el BOJA mi nombramiento como componente titular del Tribunal de Oposiciones de Pedagogía Terapéutica. Ni lo esperaba ni lo deseaba. No obstante, aceptar esa obligación llevaba consigo emprender una nueva experiencia. Lo más lógico era empezar por estudiar y profundizar el título de cada uno de los temas y tener una idea de conjunto de lo que se pediría para ser un buen funcionario de la Enseñanza. Creí lo más oportuno, para no recibir influencias externas, no mirar el desarrollo de los temas elaborados por academias. Dejé campo abierto para la creatividad y sentido común de los concursantes.

Desde el primer día los componentes del Tribunal llegamos al acuerdo de actuar con respeto y justicia para cada uno de los aspirantes a un puesto de “funcionario”. En un gesto de honradez nos prometimos ayudarnos a ser sinceros y justos para que aprobaran los mejores, a pesar de que la normativa no era clara al premiar más la antigüedad de interinos que a la brillantez en la exposición, redacción y expresión de los contenidos del resto de concursantes. Tal vez convenga recordar que la proporción de plaza a cubrir y aspirantes era de 6 plazas y 256 aspirantes. Sin embargo, desde el primer momento, en el primer ejercicio ya un buen grupo sólo estampó su firma y esperó a poder salir de la sala.



Aquello de hacer un examen de oposiciones no iba con algunos de ellos. Me sorprendió la sinceridad de una chica que me dijo que a ella no le interesa aprobar las oposiciones porque en su ciudad tenía asegurada plaza de interina y que si aprobaba las oposiciones tendría que irse de la ciudad si la destinaban fuera. Ser funcionaria le traería consigo, según ella, más inconvenientes que ventajas. En definitiva, pensaba que no le convenía realizar el examen y renunciar a una cierta seguridad que tenía garantizada por el mismo sistema. Esta circunstancia y planteamiento era una nueva experiencia que introducía mecanismos a la hora de valorar el esfuerzo del resto de aspirantes.



Corregir todos y cada uno de los ejercicios por cada miembro del tribunal supuso también un esfuerzo para buscar la objetividad en la valoración de los trabajos. Para la segunda prueba, ya más específica, habían quedado las dos terceras partes. No sirvió de mucho haber pasado un poco la mano en el primer ejercicio porque algunos, muy mediatizados por las academias, no superaron el segundo ejercicio con éxito. No sólo influyó el calor del verano sino que esa aspiración de conseguir una plaza de funcionario pesaba mucho en el estado de ánimo de la gran mayoría de los maestros que aspiraban a una de estas escasas plazas.



No estaba en nuestras manos aumentar el número de plazas y sí el saber valorar objetivamente la preparación de una gran mayoría que podían desempeñar su función de manera eficaz. En mi interior me hacía una pregunta de difícil respuesta en la legislación ¿Cómo se podía permitir que un maestro que suspendía la oposición tuviera más o menos segura una plaza de interino? ¿Si no superaban los ejercicios para acceder a funcionario ¿cómo se contaba con ellos para dar clase un año y otro? ¿Estarían los padres y la Comunidad educativa de acuerdo en ese proceder?



En estos momentos recuerdo a los seis que sacaron su plaza de funcionario. Adquirieron derechos y estabilidad que creyeron para siempre.

¿Para qué le han servido unas difíciles oposiciones si no se respetan sus derechos? ¿Cómo se le puede bajar su sueldo aunque se le llame “recorte necesario”?



Juan de Dios Regordán Domínguez














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