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5 ago 2012

Las bicicletas son para todo el año

Pedro Luis Ibáñez




El futuro del trazado de ciudades y poblaciones no puede desentenderse del uso de una las máquinas más excepcionales que ha creado el ser humano. Su aceptación popular y la personalidad medioambiental que le ha caracterizado desde su invención, ha supuesto una sorda revolución en los trayectos cotidianos de medio recorrido. Teniendo especial relevancia en los desplazamientos dentro de las zonas urbanas. La reducción de los plazos de transporte, el nulo impacto medioambiental, la contribución en el uso de energías alternativas frente al coste de las convencionales, el disfrute lúdico y ocioso, han convertido a la bicicleta en un verdadero icono del siglo XXI.


La vulnerabilidad de la bicicleta con respecto a los medios de transporte motorizados es evidente. La obligatoriedad del casco para los ciclistas en carretera, pretendía minimizar los efectos de un accidente. La introducción de este elemento de seguridad pasiva en vías interurbanas se produjo en el año 2003. Los argumentos que impulsaron esta decisión se orientaban a prevenir la integridad en atención a los riesgos de circulación por estas vías. Los datos de la Dirección General de Tráfico en el decenio 2000-2010 confirman que el promedio de ciclistas fallecidos por accidente en carretera, se encuentran entre 78 y 43. Por el contrario, en el mismo periodo, el número de fallecidos en vías urbanas varió entre 23 y 11. La adopción de esta medida no ha supuesto por sí misma ninguna disminución significativa, salvo a partir del periodo 2007-2008 en el que se estableció el carné de conducir por puntos.


Quizás pudiéramos pensar que todo lo que se utilice para preservar la seguridad personal es eficaz por el mismo uso. Pero no es así. La comparación entre medios de locomoción es un craso error. En el caso de las bicicletas suele ser equiparada a la motocicleta. Mientras que una esta condicionada por la fuerza muscular, la otra lo es por un motor de explosión. Y si la velocidad de aquélla alcanza como máximo 20 Km/h en vías urbanas, siendo la media de 15 Km/h, la de ésta ronda los 100 Km/h.


Hace escasas fechas el ministro del Interior manifestó su intención de extender el uso del casco con carácter obligatorio en las vías urbanas. La estadística señalaba que el nivel de accidentabilidad con resultado de muerte había disminuido en este tipo de vías. En estos últimos años el número de usuarios de la bicicleta ha aumentado considerablemente. No sólo porque ciudades como Barcelona, Sevilla, Zaragoza y San Sebastián, entre otras muchas, hayan creado un viario ciclista dentro del cinturón urbano que, en algunos casos, prosiguen su trazado paralelo a las vías interurbanas. También porque los ciudadanos han comprobado las ventajas que proporciona disfrutarla desde el punto de vista de la salud, la eficacia, la economía y la ecología.


En países europeos como Alemania, Holanda, Dinamarca, Suecia, cuya tradición cultural es de apego a la bicicleta y con los de mayor número de usuarios, no existe la obligatoriedad del casco. El planteamiento recurre a este índice. A mayor número de ciclistas mayor es el respeto de los conductores de otros vehículos que cohabitan en el espacio común. Su visibilidad se acrecienta y logra cuajar la seguridad que quieren suplir en nuestro país con el uso del caso. La idiosincrasia y filosofía de la bicicleta requiere que se vea complementada con políticas de incentivación y consideración de la bicicleta como medio de transporte singular y accesible, a través de programas que potencien la habitualidad y compensación de su uso sin necesidad de casco. Así como la compatibilidad con otros transportes colectivos, favoreciendo una conexión intermodal en trenes, autobuses, metro, tranvía.


Las disposiciones irreflexivas producen el efecto contrario para el que fueron desarrolladas. Sobre todo cuando para ello no se tienen en cuenta la participación de las entidades sociales en las que verdaderamente se hallan la vertebración e implantación de las medidas. Así como en las experiencias de otras sociedades y la trayectoria seguida. Tal exigencia sólo demuestra una ignorancia supina que influirá notablemente en su consolidación social. La carencia de un proyecto nacional de la bicicleta, centrado en su fomento y potenciación a través de una legislación adecuada, influye en el desigual avance de sus prestaciones sociales y mediambientales, según en que zonas geográficas se aliente su su uso. Las bicicletas son para todo el año y si es en la ciudad, sin casco.

Pedro Luis Ibáñez Lérida

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